Históricamente, las grandes batallas decidieron en muchas ocasiones los destinos de las guerras y la que se prevé ocurra en el oeste de la ciudad iraquí de Mosul de seguro confirmará tal criterio.
Dos fuerzas pujan por apoderarse de la urbe, capital de la provincia petrolera de Nínive, en la región septentrional del país árabe, donde marcadamente se concentran poblaciones de las comunidades kurdas, que, sin ser homogéneas, conviven allí con otros grupos de características distintas y -sobre todo- de confesiones diversas.
Esos rivales son: los comandos del llamado Estado Islámico (EI), que en junio de 2014 se apoderaron de Mosul y sólo en enero pasado resultaron desalojados de la zona oriental, mientras que el otro contrincante es una fuerza conjunta, en la cual operan tropas del Ejército, milicias progubernamentales y facciones de guerrilleros kurdos (peshmerga).
El EI (también Daesh) se aferra a sus últimas posiciones en el norte iraquí y, aunque algunos de sus seguidores realizan atentados más hacia el centro del país (Bagdad, Al Anbar), ese grupo armado reforzó sus destacamentos en el que es su más importante bastión, Mosul, después de que en octubre pasado se desatara una ofensiva en su contra.
Esa operación en gran escala en la cual participan 30 mil militares iraquíes y las milicias kurdas, todos apoyados por los aviones de una coalición internacional comandada por Estados Unidos, comenzó el 17 de octubre con bombardeos aéreos contra los extremistas.
La ciudad de Mosul es considerada la segunda de Iraq en importancia, pues la primera es la central Bagdad y la tercera la sureña Basora, pero la capital de la provincia petrolera de Nínive tiene la peculiaridad de que quien la domine puede establecer un corredor que la una a territorio sirio en la parte controlada por el Daesh.
En los tres primeros meses de la batalla por Mosul, el EI perdió a más de dos mil efectivos y no se descarta que en este mes de febrero le costará mucho trabajo reponerse de esas pérdidas.
SEGUNDO AIRE
Luego de expulsar con mucho trabajo al EI del este de la ciudad, las fuerzas gubernamentales iraquíes planifican el asalto sobre el oeste de la ciudad, el cual podría ser decisivo en esta etapa, aunque después de avanzar hasta la orilla del río Tigris a finales de enero las acciones pararon para recuperar logística y energía.
«Estos días las tropas hacen «refit» (reentrenamiento), así como la preparación para la siguiente fase», en la que las diversas brigadas de las CTS (Servicio Contra Terroristas, conocidos como Golden Division) y el ejército regular van a coordinar sus movimientos para cercar a los terroristas en el oeste.
Así difundió el vocero de la Coalición Internacional, el coronel estadounidense John L. Dorrian, tras reiterar que las operaciones de las fuerzas conjuntas iraquíes entraron en una pausa, aunque algunos piensan que eso le concedería tiempo de recuperación también al Estado Islámico.
Esa idea de considerar peligrosa la posible lasitud tiene argumentos razonables, pues el Daesh no detuvo sus agresiones en ese descanso activo de los participantes en la ofensiva: el lunes 13 de febrero cuatro personas murieron y nueve sufrieron herida por ataques de dos drones del grupo terrorista sobre barrios liberados en el este de Mosul.
En el bombardeo más peligroso perecieron cuatro civiles y cinco sufrieron lesiones, dos de ellos de gravedad, como consecuencia de una carga explosiva lanzada sobre un mercado popular en la barriada de Karach, dijo a la prensa el jefe de seguridad de la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul, Mohamed al Bayati.
«El segundo ataque hirió de gravedad a cuatro civiles, entre ellos dos niños con una bomba lanzada desde un drone en el barrio de Al Shurta, en el norte de la ciudad», citaron los medios al reseñar las declaraciones de Al Bayati, quien también subrayó lo continuo de esas acciones del EI contra la población civil del este citadino.
Con anterioridad, las fuerzas conjuntas manifestaron que la marcha en el teatro de operaciones militares se hacía lenta porque el enemigo sembraba minas y coches bombas que obstaculizaban el paso y creaban complicaciones tanto para las tropas como para la población civil inmersa en el caos.
Según Newsal Heci, un miliciano kurdo yazidí, los terroristas de Daesh ya están al límite de sus efectivos, «no pueden llevar a cabo acciones militares completas, y solo son capaces de estallar vehículos y trampas explosivas. Por su incapacidad de combatir como lo hacían antes, recurren a los actos terroristas con coches bombas».
TAREA INGRATA
La liberación de Mosul se prolonga más de lo esperado por la colocación de Artefacto Explosivo Improvisado (IEDs, por sus siglas en inglés), aseguró a la prensa el coronel Dorrian.
«Tengan en cuenta que hay 200 mil edificaciones en Mosul» y «los soldados tienen que entrar en cada casa y eliminar los artefactos explosivos de cada habitación, cada armario, desde el tejado, hasta los túneles subterráneos», añadió.
Bajo una fuerte presión y al ritmo que le permitían las acciones del enemigo, a finales de enero las fuerzas conjuntas iraquíes y sus aliados liberaron Al Rashidiya, el último distrito en la ribera izquierda del Tigris, una localidad que permanecía bajo el férreo control de los extremistas.
No obstante las dificultades, el pasado mes, tras recuperar la zona oriental, unos 26 mil iraquíes desplazados retornaron a lugares aún habitables de la ciudad de Mosul, informó Steve Kelsey, jefe de las fuerzas canadienses del grupo de trabajo combinado para las tropas conjuntas terrestres.
Es de notar que la ofensiva iniciada en octubre obligó a unas 138 mil personas -unas 22 mil familias- a abandonar sus casas, documentó la Organización Internacional para las Migraciones.
Se precisó que 134 mil 964 habitantes dejaron sus casas en la gobernación de Nínive, donde se ubica Mosul, y otras 43 mil 728 abandonaron esa capital provincial y ahora todos esperan que la segunda etapa de la ofensiva de las fuerzas conjuntas posibilite retornar a su rutina en un contexto al menos seguro y estable.